miércoles, 15 de julio de 2009

La Cosa Verde

Era otra de esas odiosas noches de calor, las manos transpiradas, el aliento caliente. Sabía que debía ir a algún lado que me había dicho mi madre, pero tenía tantas cosas en la cabeza, que se me había olvidado. Caminé hacia la heladera, abrí la puerta, me serví un vaso de agua y me tiré en el sofá. Miré el techo y me sorprendí: una mancha negra y brillante del tamaño de una nuez justo sobre mi cabeza.
No podía creer mi mala suerte, hacía poco que habíamos pintado y esa mancha arruinaba mi vasta visión. “Maldita miseria!”, pensé. Era posible que esa mancha fuera causada por la humedad, incluso me recordaba a una vieja amiga que conocí en la pileta del club. Pero por si acaso, fui a inspeccionar el baño de arriba, para cerciorarme de que todo estuviera bien.
Entré al baño. Todo parecía en orden. No había nada fuera de lo normal. Pero cuando me volteé para salir, escuché un chillido muy extraño. Provenía de la ventana. Algo me decía que no me volviera a observar, que cerrara la puerta y siguiera mi camino escaleras abajo. Aún tenía el vaso en la mano. Me di vuelta y, ante la sorpresa, lo dejé caer. Rodó hasta hacerse pedazos. “Uno menos”, me dije. La imagen no me permitía reaccionar.
Algo completamente extraño. Era verde y peludito. Con sus ojos enormes me miraba desde la ventana, donde seguía chillando como un gorrión. Di un paso adelante y ¡horror!, pisé un charco. Medía menos de un metro y no dejaba de mirarme. Sentía bastante curiosidad, así que decidí tocarlo. Acerqué mi mano y… ¡Dios! Mi pie, en el charco, se había pegado al piso! Tiré con fuerza, pero no se despegaba. Cuando volví a mirar, el extraño sujeto venía hacia mí. Pero ¿por qué? ¿Querría comerme? Lo miré fijo. Él también a mí. Sus ojos brillaban. Se seguís acercando. Me tomó de la mano y, al instante, una extraña sensación recorrió todo mi cuerpo.
No sé si me desvanecí, me desmayé, si esa cosa desapareció, paró el tiempo o qué, pero sólo recuerdo haberlo perdido de vista en un parpadeo. Creí que iba a estar contento: mi pie había logrado despegarse del piso y hasta había recordado a dónde debía ir. Pero no. Una fuerte angustia invadió todo mi cuerpo. Quería saber qué había pasado con la extraña criatura. Me levanté del piso y me asomé por la ventana, pero no estaba por ningún lado. Me di vuelta y tampoco estaban el charco en el piso y el vaso roto. Tenía que estar la mancha del techo… quería que estuviera la mancha del techo. Bajé tan rápido que hasta Colita (mi perro) se despertó. Miré hacia arriba y, efectivamente, la mancha con forma de nuez había desaparecido. Sólo la heladera abierta seguía igual. La cerré. Percibía una energía extraña en la casa. Me senté en el sofá y volví a mirar el techo: una mancha negra y brillante, del tamaño de una nuez, justo sobre mi cabeza. Sería de humedad?

2 comentarios:

Let dijo...

Conste que yo no estaba de acuerdo con la publicación de esta cosa... :P

idearandom dijo...

aguante la democracia!!! dos contra uno